Cuentos


Bienvenidos a los cuentos del mundo, donde queremos acercar a los niños a conocer las diversas culturas del mundo con todos los cuentos que te ofrecemos.


Los cuentos infantiles son la mejor herramienta para educar a los niños

Educar a los niños es siempre difícil, ya que cada niño es un mundo y también sus circunstancias, deseos y entorno. Pero hay una forma de educar a los niños, que resulta ser universal y que no depende del entorno, ni de cada niño o niña en particular, esa forma son los cuentos infantiles.

Con los cuentos infantiles se puede educar a los niños, porque les abstraen a un mundo de fantasía en el que ellos viven momentáneamente y se identifican con los personajes de los cuentos para niños, y de esta forma es más fácil enseñarles valores humanos, mediante las moralejas de estos cuentos infantiles.

Todo cuento infantil debe tener su moraleja que enseñe a los niños ciertos valores humanos, como la bondad, la empatía, la sinceridad, la amistad, etc.. De esta forma, además de entretener a los niños con los cuentos infantiles, les estamos enseñando valores que servirán para su formación como adultos.


Los cuentos infantiles sirven para educar, pero no sólo para eso… los cuentos infantiles sirven para divertir, para emocionar, para aprender, para ilusionar. Con los cuentos infantiles se puede soñar, viajar a otro mundo, visitar a otros niños, pensar, jugar, reír,…

Los cuentos para niños sirven para todo lo que uno quiera, sólo hay que saber transmitir contando cuentos infantiles, y tus hijos disfrutarán como nunca. Si quieres empezar a ver cómo ilusionar a los niños mediante los cuentos infantiles, sigue leyendo el siguiente apartado



Cuentos del mundo: Amigos unidos


Explica este cuento de la India la historia de cuatro amigos muy diferentes -un ratón, un cuervo, un ciervo, y una tortuga- pero con algo en común: el respeto a la verdadera amistad




Esta historia de la India se explica a los niños de la región de Panchatantra y muestra como estos animales, que en principio deberían ser enemigos, se ayudaban entre ellos para luchar contra su peor enemigo -los cazadores-.

Érase una vez cuatro amigos muy distintos: Un ratón, un cuervo, un ciervo, y una tortuga, que vivían en el medio del bosque. Aunque eran muy diferentes, eran muy amigos y todos se ayudaban entre ellos cuando lo necesitaban. Un buen día, el ratón, el cuervo y el ciervo estaban hablando tranquilamente debajo de un árbol cuando de repente escucharon un grito. Era su amiga, la tortuga! Y estaba atrapada en la red de un cazador.

“Uh oh!” “Uh oh!” -exclamó el ciervo con temor, “¿qué hacemos ahora?” , preguntó con preocupación.

“No te desesperes”, dijo el ratón, “tengo un plan”. Y explicó a todos sus amigos su plan para salvar del cazador a su amiga la tortuga. A todos los amigos les pareció genial y rápidamente se pusieron en marcha.
Primero, el ciervo corrió hacia el cazador, que miraba la tortuga atrapada en la red. Muy rápido, sin que se diera cuenta, el ciervo se tumbó en medio del bosque, como si estuviera muerto. Entonces, el cuervo, bajó a toda velocidad e hizo ver que picoteaba el ciervo. El cazador se acercó a ver qué pasaba, pero el cuervo movía mucho las alas y no le dejaba ver nada.

El cazador se puso nervioso, y después de un momento consiguió ver lo que había.
“Que suerte! Aquí hay un ciervo, todo listo para mí”, exclamó. Entonces se dirigió al ciervo para recogerlo, llevarlo a su casa y comerlo para cenar. Pero el cuervo no se lo puso fácil y no paraba de batir las alas para hacer más difícil el trabajo del cazador.

En ese momento, muy sigilosamente, el ratón se acercó a la tortuga, que seguía atrapada en la red y empezó a masticar las cuerdas para salvar a su amigo. Así la tortuga consiguió escapar con su amigo el ratón mientras el cazador estaba distraído mirando el ciervo.
Cuando el cuervo se dio cuenta de que la tortuga ya era libre se fue volando y el ciervo se levantó y corrió. El cazador se quedó atónito y decidió volver a ver a la tortuga, pero la tortuga se había escapado!

“Si yo no hubiera sido tan codicioso”, pensó.

Entonces los cuatro amigos se reunieron de nuevo bajo el árbol, y no pudieron parar de reír recordando cómo engañaron al cazador entre todos, gracias al poder y la bondad de la amistad.


Cuentos del mundo: El mono y las lentejas

Adaptación de un cuento de “Calila y Dimna” (Estos cuentos los inventaron los persas, hace muchísimo tiempo. Los persas se los contaron a los árabes; y los árabes los trajeron a España)

Un hombre recorría un camino que unía dos pueblos, tenía que llevar un saco de lentejas de un pueblo a otro.

A mitad de camino, había un pequeño bosque, y como hacía mucho calor, decidió descansar un poco y disfrutar de la sombra que le brindaba los frondosos árboles. Se tumbó en la hierba, cerró los ojos y pronto se quedó profundamente dormido.

En el bosque habitaba un mono, era un animal revoltoso y muy curioso, siempre estaba hurgando en todo lo que encontraba por el camino. Cuando vio ese gran saco no se pudo resistir, lo abrió y cogió un gran puñado de lentejas.

Rápidamente se subió al árbol debajo del cual el hombre dormía plácidamente, se sentó en una rama y empezó a comer una por una todas la lentejas.

De repente se le escurrió una de la mano y cayó al suelo, como no se quería quedar si ella, aunque en la mano tenía suficientes para darse un buen atracón, bajó por el tronco del árbol, pero a la mitad se escurrió e iba directamente al suelo, pero con la agilidad que caracteriza a los monos abrió las manos y se sujetó en una rama.

Evitó darse un buen golpe pero al abrir la mano se le cayeron todas al suelo.

El hombre, al sentir que le caían las lentejas en la cara, se despertó, las recogió todas las metió en el saco, lo cerró bien, y cargándoselo a la espalda, continuó su camino.

El mono por ser ambicioso y no conformarse con lo que ya tenía lo perdió todo.


Cuentos del mundo: El amor siempre vence


¿Te gustan las adivinanzas? ¿Crees que tienen relación con el enigma de la existencia?

La mayoría de nuestros deseos los conseguimos con la sabiduría del corazón y no con la necedad de la violencia.

En la China imperial reinaba un emperador que estaba desesperado porque su única hija, llamada Turandot, era fría, caprichosa, despiadada y, encima, no quería casarse. El emperador, harto de esta situación, le dio un ultimátum: “O te casas o te echo del palacio sin contemplaciones”. La princesa aceptó, pero puso una condición: los pretendientes se someterían a una prueba, y si no la superaban, ella misma les cortaría la cabeza. Al cabo de los días, las cabezas de los pretendientes se amontonaban en el palacio, y la princesa ardía de satisfacción.

Pero se presentó un apuesto guerrero para afrontar el reto. La princesa le propuso un acertijo: “Lo mata todo, pero el agua lo mata”? “¡El fuego!”, contestó el joven.

La princesa propuso una segunda adivinanza: “Soy duro como una roca, pero la gente me bebe”? El joven contestó: “¡El hielo!”.

Y llegó el momento del último acertijo: “Es un hielo que te da fuego, y cuanto más fuego te da, más hielo se vuelve”.

El joven pensaba sin encontrar respuesta, pero al ver a la fría princesa sintió tal ardor en su corazón que ¡Turandot!, exclamó plenamente seguro. Y la princesa no tuvo más remedio que caer rendida a sus brazos.




Cuentos del mundo: Dos ranas


A veces no nos damos cuenta del poder de las palabras, pero las palabras de ánimo son muy importantes, tal y cómo explica esta historia de dos ranas amigas.

Este cuento se explica a los niños de la India para enseñarles el poder de las buenas palabras en la amistad.

La historia explica que un grupo de ranas caminaban por el bosque cuando dos ranas cayeron en un pozo muy profundo. Inmediatamente todas las demás ranas pensaron que no podrían salir de allí y no paraban de gritar:

- ¡No podéis salir!, ¡No saltéis!, ¡Cuidado os podéis ahogar!

Las dos ranitas atrapadas no hicieron caso de sus palabras y saltaron con todas sus fuerzas. Sin embargo, una de ellas pronto se desanimó por los gritos de sus compañeras. Dejó de saltar y se ahogó. La otra rana continuó saltando sin parar, a pesar de los gritos de las otras ranas:

- ¡No podéis salir! ¡No saltéis! ¡Cuidado os podéis ahogar!

Gracias a que continuó saltando consiguió salir de ese pozo tan hondo y se salvó. Cuando salió del pozo, las otras ranas no se lo podían creer:

-¡Te has salvado! Es un milagro! ¿Pero no oías nuestros gritos de desánimo?

La ranita se consiguió salvar porque era sorda, y se pensaba que los gritos eran de ánimos. La otra ranita, en cambio, oía los gritos y se desanimó tan rápido que se ahogó.

Esta historia nos explica el poder de las palabras bondadosas. Una palabra bonita cuando un amigo está triste le puede ayudar mucho, y una palabra de desánimo le puede hacer sentirse aún peor.

Todos podemos decir todo tipo de palabras pero sólo las personas especiales saben dar ánimos y decir lo mejor para ayudar a los demás.



Cuentos del Mundo: la luciérnaga que no quería volar


Éste cuento viene desde Tailandia y habla de una pequeña luciérnaga que no quiere salir a volar con el resto. ¿Por qué? Pues cuando lo descubráis puede que entendáis a la pequeña luciérnaga porque seguro que os ha pasado algo similar alguna vez.


En un bosque de la exótica Tailandia vivía una numerosa familia de luciérnagas. Su casa era el tronco de un enorme árbol lampati, el más viejo de todo el país. Por la noche las luciérnagas salían del árbol para iluminar la noche con su tenue luz, parecían pequeñas estrellas danzantes. Jugaban entre ellas y creaban figuras en el aire, los pocos que podían ver ése espectáculo por algún casual quedaban anonadados ante tal despliegue de belleza y luces.

Pero no todas las luciérnagas estaban contentas, una de ellas, la más pequeña, se negaba a salir del lampati para volar. Se quería quedar en casa día tras día y pese a que toda su familia la intentaba convencer, ella no quería le dijesen lo que dijesen.

Toda su familia se la miraba preocupada, sobre todo sus padres:

- ¿Por qué nuestra hija no vuela con nosotros? Me gustaría que volara con nosotros y no se quedara en casa – decía su madre.

- Tranquila, verás como dentro de poco se le pasa y volará con nosotros – la calmaba su padre.

Pero pasaron los días y la pequeña luciérnaga seguía sin querer salir del árbol lampati.

Una noche, con todas las luciérnagas poblando el cielo nocturno del bosque, su abuela se quedó en el árbol para hablar con ella. Con su delicada voz le dijo a su nieta:

- ¿Qué te pasa, mi niña? Nos tienes preocupados a todos, ¿Por qué no sales con nosotros por la noche a divertirte volando?

- No me gusta volar – respondió tajante la pequeña

- Somos luciérnagas, es lo que hacemos mejor. ¿No quieres volar mostrando tu luz e iluminando la noche? – le insistió la abuela.

- La verdad es que… Lo que me pasa es que… – comenzó a explicar la pequeña – Tengo vergüenza. No tiene sentido que ilumine nada si la luna ya lo hace. No me podré comparar nunca ella, soy una chispa diminuta a su lado.

Su abuela la miraba con ojos enternecidos escuchándola atentamente, cuando su nieta hubo acabado la consoló con una sonrisa que la tranquilizó:

- Niña mía, si salieras con nosotros verías algo que te sorprendería. Hay cosas de la luna que aún no sabes…

- ¿Qué es lo que no sé de la luna que todos sabéis? – preguntó la luciérnaga pequeña con curiosidad.

- Pues que la luna no siempre brilla de la misma forma. Depende de la noche brilla entera o la mitad. Incluso hay días que sólo brilla una pequeña parte o se esconde y nos deja todo el trabajo a nosotras las luciérnagas.

- ¿De veras? ¿Hay días que no sale? – preguntó la pequeña con la boca abierta por la sorpresa.

- Te lo prometo querida nieta – le siguió explicando -. La luna cambia constantemente. Hay veces que crece y otras que se hace pequeña. Hay noches en que es enorme, de color rojo, y otros días en que se hace invisible y desaparece entre las sombras o detrás de las nubes. En cambio tú, pequeña luciérnaga, siempre brillarás con la misma fuerza y siempre lo harás con tu propia luz.

Y ésa misma noche, la pequeña luciérnaga salió convencida del lampati con toda su familia a iluminar la noche mientras miraba la luna con una sonrisa de oreja a oreja.




Cuentos infantiles: Los dos sabios


Éste cuento indio nos explica que a la hora de aprender no es tan importante la técnica como la intención y que hasta del más insospechado podemos recibir alguna enseñanza. Descubre que paso entre éstos dos sabios!

Había una vez dos sabios que vivían en dos pequeñas islas muy próximas. Se dedicaban desde hacía años a meditar y a estudiar las Escrituras. Uno era muy joven, tenía mucha fama y gente de todas partes lo visitaba para hacerle grandes preguntas para obtener las grandes respuestas. Pero era a la vez muy arrogante y creído. El otro era un anciano casi desconocido en el que nadie reparaba pero de muy buen corazón y sencillo.

Un día, el anciano cogió su barca y fue a visitar al célebre y joven ermitaño para pedirle instrucciones espirituales. Cuando se lo pidió éste le dio un mantra que es una frase para recitar hasta aprendérsela, además de decirle como debía recitarla. El joven se sintió orgulloso de ser reclamado y miró al anciano por encima del hombro. El anciano cogió entonces la barca y volvió hacia su isla mientras pensaba en el mantra.

Horas después, mientras el joven leía las Escrituras el anciano volvió a entrar en su casa y le dijo compungido:

- Venerable sabio, he olvidado el mantra que me has confiado. Perdón por mi ignorancia… ¿Te importaría mucho repetírmelo?

El joven le miró con arrogancia y le repitió el mantra mientras pensaba: “Éste pobre hombre no podrá llegar a la Sabiduría jamás si ni siquiera puede recordar un simple mantra”. Le observó mientras el viejo volvía cabizbajo a su isla cuando de repente se encontró presa del asombro. El anciano estaba caminando sobre las azules aguas del mar.



Cuentos infantiles: Las Apuestas


Cuento Mapuche.


Nota: El pueblo mapuche es un pueblo indígena amerindio que habita desde sus orígenes en algunas zonas de Chile y Argentina.

Hubo una vez una gran fiesta a la que todos los indios asistieron. Ancianos, mujeres y niños se presentaron allí, incluso las gentes más ricas del lugar, montados en sus grandes caballos con montura de plata. A la fiesta también acudió un indio pobre, que nada tenía que perder.

En medio de la celebración, apareció un jefe indio con su preciosa hija y el indio pobre se quedó prendado de tan bella mujer.

El hombre rico le propuso una apuesta al hombre pobre.

-Apostaremos – dijo

-Pero si yo soy hombre humilde y no tengo nada… Sólo puedo apostar mi trabajo.

-Está bien – dijo el hombre rico. Apuesto tres vacas y tres terneros.

-¿Cuál es la apuesta? – dijo

-Un amigo me ha invitado a comer a su casa. La apuesta consiste en que deberás quitarme la comida del plato sin tocarlo con tus manos.

El jefe indio fue entonces a comer y el indio pobre esperó a que se sentara a la mesa y le sirvieran la comida. Entonces, el indio pobre se subió al techo, abrió un agujero en él, y cuando el hombre rico empezó a comer, le arrojó una gran piedra en el plato. La comida saltó fuera y se esparció sobre la mesa. De esta manera, consiguió ganar la apuesta y recibió las tres vacas y los tres terneros que le correspondían.



Enojado, el jefe indio decidió apostar de nuevo.

-Apostaremos otra vez, y esta vez te daré todas mis ovejas si me sacas de la cama sin tocarme.

El indio pobre aceptó y por la noche siguió al hombre rico hasta su cama. Trepó por el tejado, hizo un agujero encima de ella y mientras el hombre dormía, vació un saco de hormigas sobre su cuerpo. Eran tantas y tanto le picaban, que se levantó de la cama y fue corriendo a bañarse al río para librarse de ellas.

Una vez más, el hombre pobre había ganado la apuesta y el rico tuvo que pagar lo acordado. Pero el hombre rico seguía empeñado en vencerle alguna vez, y volvió a proponerle lo siguiente:

-Te daré mi caballo si consigues bajarme de él sin tocarme.

-Acepto – dijo el jefe indio

Así que esta vez salió el hombre pobre a buscar cardos de grandes y espinosas hojas y los amarró a la cola del caballo sin que su dueño se diera cuenta. Cuando quiso montarlo y el caballo comenzó a correr, el animal se clavó las espinas y tanto se enfureció, que galopó hasta el río. El hombre rico se soltó de él para no ahogarse y fue nadando hacia la orilla, pero el caballo desapareció hacia el lado opuesto y nunca más se supo a donde fue.

Una vez más, el indio pobre había ganado la apuesta, pero como el rico ya no tenía caballo para pagarle, tuvo que darle la mano de su hija.

Y así, el hombre pobre y la hermosa india, fueron felices.



Cuentos: La Casa de Halvar

Cuento Popular Sueco




Hace muchos años, en los montes de Suecia, vivió un gigante llamado Halvar. Era un gigante pobre porque era bueno y generoso. Lo poco que tenía, lo regalaba, ya que nada le gustaba más que hacer felices a los demás.

La gente que pasaba por delante de su casa le saludaba y él siempre les ofrecía una de sus grandes sonrisas.

Un día que Halvar estaba sentado tomando el sol, pasó por allí un hombre que llevaba una vaca. El hombre tenía aspecto famélico y triste, y su vaca era un montón de huesos.

- Buenos días señor – dijo el campesino, que iba a la ciudad

- Buenos días, buen hombre- contestó Halvar -. ¿Vas al mercado a vender tu vaca?

- Sí- contestó – Mi esposa y yo vivimos en una granja no muy lejos de aquí. Me llevo la vaca a ver si me pagan por ella, aunque la pobre está tan flaca que no se si me darán algo para poder salir adelante. Necesito harina para hacer pan, porque pasamos mucha hambre.

Cuando el campesino se iba, el gigante le dijo:

-¡Espere!… Me gustaría hacer un trato con usted. Le cambio su vaca por siete cabras gordas y hermosas.

-No entiendo… Si tú eres tan pobre como yo ¿por qué ibas a hacer eso?

-Bueno… si puedo ayudarte, lo haré. Lleva la vaca a tu establo y cuando amanezca mañana, allí encontrarás lo que te ofrezco.


El hombre así lo hizo. Por la noche casi no pudo dormir. Le parecía imposible que existiera alguien tan generoso en este mundo y pensaba que el gigante le había engañado como a un tonto.

Por la mañana, se acercó al establo con su mujer y la vaca ya no estaba, pero en su lugar, había siete preciosas cabras. Saltaron y lloraron de felicidad y a partir de entonces, su suerte cambió.

Las cabras daban mucha leche para beber y hacer ricos quesos que luego vendían en el mercado. Con el dinero que obtenían, compraban gallinas ponedoras que daban sabrosos huevos, y semillas para plantar cereal para fabricar pan. Como tenían pan de sobra, también lo vendían y con las monedas que ganaban, se compraban ropas y artículos para la casa. Y así, el campesino y su mujer se hicieron ricos y se olvidaron de agradecer al buen gigante todo lo que había hecho por ellos

Pasó el tiempo, y un día, el campesino, pasó por delante de la puerta de Halvar. El gigante le vio y le llamó:

-¡Eh, amigo!… ¿Me recuerdas? ¿Por qué no entras a mi casa y me cuentas qué tal te ha ido la vida?..

-Me acuerdo de ti – dijo el campesino – pero tengo cosas muy importantes que hacer y no puedo ahora perder el tiempo contigo. Veo que sigues siendo un gigante pobre… Deberías invertir el dinero que te sobra y algún día, podrás ser un hombre rico e importante como yo.

Y se fue. Halvar se quedó triste y pensativo, mirando cómo desaparecía a lo lejos en su lustroso caballo. Pero enseguida sonrió pensando:

- Bueno… este hombre ahora es rico y feliz, y yo he contribuido a ello. No ha sabido agradecerlo, pero yo por eso no voy a cambiar. Siempre que pueda, seguiré ayudando a quien lo necesite.

Así que el gigante siguió feliz en su hogar, haciendo el bien a grandes y pequeños. Su casa era un lugar agradable en donde todo el mundo era bienvenido y durante años muchos niños acudieron allí a jugar. Hoy en día, aunque él ya no vive allí, los niños de los alrededores siguen yendo a la casa de Halvar. Por eso en Suecia todo el mundo la conoce como “la casa de juego de los niños”.



Cuento tradicional del Congo Africano

El Sapo Juez



Cuentan que una vez un hombre fue a cazar con su hijo y atrapó una gacela. Sin darse cuenta se les hizo de noche y como no les daba tiempo a regresar a su hogar, el padre le dijo al chico:

-Pasaremos la noche a la luz de la Luna y como estamos hambrientos, asaremos un trozo de gacela.

El padre comenzó a buscar dos palitos con los que hacer fuego, pero no encontró ninguno que le pudiera servir. De repente, a lo lejos, vio que brillaba una intensa luz y le dijo a su hijo:

-Allá al fondo veo una luz. Debe de ser fuego, así que hijo, ve a por él.

El chico se dirigió al lugar que su padre le indicaba pero al acercarse a la luz, vio horrorizado que no era fuego lo que lucía, sino los ojos de un fiero león.

-¿Qué es lo que buscas? – dijo enfadado el felino.

-Mi padre – dijo temblando el chico – ha cazado una gacela y si usted quiere, puede comer con nosotros.

-Está bien, te acompañaré – respondió.

El león siguió al muchacho hasta su padre y al ver la gacela dijo:

-¡Tengo mucha hambre y una gacela no es suficiente para mí!- rugió – Vamos a hacer lo siguiente: que el niño se coma la gacela, que el padre se coma al niño y yo al final, devoraré al padre.

El padre, que no sabía cómo salir de la complicada situación, contestó al león:

-Haremos lo que tú mandas, pero antes hemos de oír la opinión de un juez sabio e imparcial.

En ese momento, un sapo pasaba por allí y escuchó lo que se comentaba. Se infló tanto como pudo y gritó:

-¡Yo soy un buen juez!… ¿En qué os puedo ayudar?

El padre le contó todo al sapo, que permanecía escondido, y le suplicó susurrando sin que se percatara el león:

-Ayúdame, por favor, a salvarnos a mi hijo y a mí de esta temible fiera.

El sapo, que se compadeció, gritó con una voz que daba miedo:

-Ya sé lo que vamos a hacer: El muchacho se comerá la gacela, el padre al hijo, el león al padre… ¡y yo me comeré de un solo bocado al león!.

Fue tan atronadora la voz que salió de su pequeña garganta, que el león, creyendo que quien hablaba era un animal más grande y fiero que él, huyó asustado.

Y así fue como el sapo salvó al padre y al hijo de las garras del león.


Rebelión en los cuentos (Argentina)



 … y el león se cansó de ser rey
… y las brujas se aburrieron de ser feas
… y las princesas odiaron los hechizos
… y los sapos a los principes…
… y entonces decidieron reunirse, todos los personajes de los cuentos, como una protesta por sus dramáticos destinos (aunque casi todos tenían final feliz).
 - "Yo me estoy perdiendo los mejores años de mi vida durmiendo por esperar que el principe se digne a besarme" - dijo la Bella Durmiente.
 - "Yo, aunque tomo sol, nunca estoy tostada y… siempre sigo blanca como la nieve" - dijo la tradicional Blancanieves - "y eso que uso protector solar" - agregó, mientras comía una manzana.
 - "Y yo… siempre soy el narigón, mentiroso y… de madera en cada relato" - exclamó Pinocho ofuscado.
 Todos, muy enojados, hablaron con los Señores autores.
Como no lograron ponerse de acuerdo, los personajes de los cuentos organizaron un paro general con movilización y todo. La marcha fue multitudinaria; la presidían los tres cerditos, y contaban con famosos personajes como el "Gato" que lucía botas nuevas, el "Patito" que fue a un Instituto de Belleza y estaba lindísimo y "la Cenicienta" hermosa, en su carroza.
 Aunque se demoró en la peluquería, Ricitos de Oro se apuró y llegó a este encuentro. Incluso los personajes de los dibujos animados apoyaron esta medida de fuerza. El Sr. Pedro y su esposa la Sra. Vilma Picapiedra, pasaron a buscar en "troncomovil" a la familia Supersónica que no podía faltar a esta importante cita.
 Llegaron tarde Batman y Robin porque no lograban encontrar lugar para estacionar el "batmovil". Y se plegaron, solidariamente, los personajes de las canciones tradicionales como: "La Farolera" que se cansó de tropezar y tropezar; "El Elefante Trompita" harto de recibir chas-chas en la colita; y "Manuelita" la tortuga, que quería quedarse, enamoradísima junto a su tortugo en Pehuajó. Yo no sé por qué!!.
Y entonces ocurrió algo muy extraño. Las tranquilas mañanas y la quietud de los larguísimos atardeceres contrastaron con las ruidosas noches. Lo que sucedió fue que sin personajes, ya no había cuentos, y sin ellos ya ningún chico pudo dormir. Los más perjudicados fueron los padres, quienes desesperados apelaron a los métodos tradicionales, como contar ovejitas. Esto no funcionó, ya que las ovejas al enterarse, huyeron hacia la marcha.
¿Cómo se solucionó el problema? ¿Cómo se arregló la situación? Por supuesto, los chicos, que son grandes conciliadores, lograron lo que nadie podía: reconciliar a los personajes con sus creadores, los autores. Desde ahora consultarán y participarán ellos, los personajes, en el trazado de sus propios destinos; como en la vida ¿no?
 Joselina Beler


Los Vecinos de la Casa Azul (Portugal)

Erase una vez, una ciudad en la ladera de una montaña. Era una ciudad pequeña, rodeada de jardines, con muchos árboles, donde las aves solían construir sus nidos, volar de árbol en árbol y piar peleando unos con otros.
 En las noches calurosas de Verano, las familias acostumbraban a pasear y sentarse en los bancos de los jardines mientras los niños jugaban alegremente. Cerca de uno de esos jardines, había una casa azul con dos vecinos, el señor Zé Costica, que vivía en el bajo derecha y el señor Manuel Bicas, que vivía en el bajo izquierda. Al final de la tarde solían charlar desde sus ventanas y, permanecían horas y horas oyendo cantar a los pájaros que se posaban en los árboles del jardín que rodeaba la casa.


¡Pero... el tiempo pasó, y... he aquí que llegó el Otoño! Y con él llegaron los días grises, el viento frío, las noches cada vez más largas y la caída de las hojas que se llevó lejos a los pájaros de los jardines.
 Durante algún tiempo, los vecinos, aún se miraban de vez en cuando desde sus ventanas, pero la marcha de los pájaros les fue dejando cada vez más tristes. El Señor Zé Costica tenía tanta nostalgia, tanta añoranza y vivía tan triste de no oír cantar a los pájaros que decidió comprarse una armónica y ponerse a tocarla para imitar su piar. Quedó tan animado con la idea, que se pasó todo el día tocando y no se dio cuanta de que la noche había caído.
 En el bajo izquierda su vecino Manuel Bicas intentaba dormir, pero no lo conseguía. Irritado con el sonido que llegaba de la casa de al lado, comenzó a dar puñetazos en la pared.
 El señor Zé Costica al oír los puñetazos en la pared, pensó que su vecino estaba encantado con el sonido de su armónica y animado continuó soplando cada vez con más fuerza. Tan pronto amaneció, el Señor Manuel Bicas fue a la tienda de música a comprar la mayor armónica que tuvieran y nada más entrar en casa empezó a soplar, a soplar con todas sus fuerzas. ¡Estaba decidido a no dejar dormir a su vecino!
 Al oír la armónica del señor Manuel Bicas, el vecino Zé Costica arrugó el entrecejo en señal de desagrado, refunfuñó y salió de casa corriendo. Cuando volvió, traía consigo una caja de la que sacó un violín. Rápidamente y sin saber muy bien como tocarlo empezó inmediatamente, con movimientos descoordinados a tocar enloquecidamente. ¡Al otro lado, la respuesta no se hizo esperar. Las paredes de la casa temblaban al son de un violonchelo, que más parecía un serrucho de madera que lanzaba al aire sonidos inenarrables!
 Durante algunas noches la desarmonía continuó. Cada noche se oían nuevos instrumentos. Clarinetes, tubas, tambores, platos, acordeones y flautas y cuando todos los instrumentos se agotaron en la tienda de música la vecindad se desesperaba sin saber lo que había que hacer para que el sosiego volviese.
El caso de los dos vecinos de la casa azul ya comenzaba a ser conocido en toda la ciudad y nadie encontraba la solución para que los dos volviesen a ser amigos.
 Entonces, el Maestro Antonio que estaba de visita en la ciudad para dar un concierto, decidió pasarse por la calle de que todos hablaban... Su espanto fue tal al oír los sonidos que salían del bajo derecha y del bajo izquierda de la casa azul, que decidió hablar con los dos vecinos. Después de llamar muchas veces al timbre y de golpear fuertemente en las puertas el maestro por fin consiguió tener una conversación con los dos.
 Esa noche, toda la vecindad consiguió dormir tranquilamente. ¿Qué habría ocurrido? ¿Se habría llevado el maestro todos los instrumentos? ¿Se habrían puesto enfermos los vecinos de tanto tocar? ¿Habrían finalmente hecho las paces? Algunos días después, un anuncio apareció por todas partes:
"Se invita a todos los interesados a tocar en la banda de música de la ciudad
 y a acudir al salón MUNICIPAL a las nueve de la noche.
 No es necesario traer instrumentos".
 ¡La curiosidad era tanta que al principio de la tarde la gente comenzó a llegar y, cuando dieron las nueve en el reloj de la torre ya podía verse a lo largo de la calle una larga fila, jóvenes, gordos, delgados, altos y bajos, todos querían entrar!
 El Maestro Antonio comenzó por poner los instrumentos ordenados y afinados unos al lado de los otros, distribuyó a todos unas hojas con unos dibujos negros, redonditos, colgados en unas rayitas muy bien dibujaditas y, explicó como funcionaba aquello. En un rincón del salón Zé Costica y Manuel Bicas intercambiaban miraditas y sonrisitas de felicidad. La gente fue probando los instrumentos mientras el Maestro con su oído finísimo y preparado, lleno de semibreves, corcheas, fusas y semifusas iba colocando a la gente al lado de los instrumentos. Ya había amanecido cuando el maestro dio por terminada la tarea.

A partir de esa fecha, todas las tardes de Otoño, cuando las hojas caen y los pájaros parten hacía otros parajes, puede oírse en el jardín de la ciudad, muy cerca de la casa de Zé Costica y de Manuel Bicas, una banda de música que muy afinada hace compañía a todos los que la quieren oír... y, a veces, puede oírse aún a alguien contando la historia de una banda de música que nació del enfado de dos vecinos con nostalgia del cantar de los pájaros... 
Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.
  Francisca Cardoso
  Vera María do Vale




La araña Cucufata (España)

 Soy la araña Cucufata, que meto mucho la pata y vivo con mi amiga Paca que es un poco quinaja. 
 Como les decía, soy Cucufata y todas las mañanas me lavo las ocho patas, me peino los ocho pelos y respiro el aire fresco. Ahora me pondré a tejer un punto del derecho y otro del revés, del derecho, del revés. . .
Al final sale una gran tela resistente y ligera con la que atrapo mi comida de maravilla. Pero llega mí amiga Paca que a pesar de ser quinaja, me da un poco la lata, saltando sobre mí tela como si fuera una colchoneta ¡Menuda faena!
Y es que la pulga Paca, aunque es chiquita salta de maravilla, se columpia y brinca, pero me rompe la tela que yo tengo que tejer del derecho y del revés.
Paca sabe que me enfado, y antes que se encienda la roja bombilla de mi nariz, Paca me cuenta historias de sus viajes alucinantes montada a lomos del perro Chato , con las que me río un buen rato.
Nos echamos unas risas y sin prisa se pasa un buen día.

 Patricia Cabrejas Melero







El pez ecológico (Chile)

 
 Donde las aguas son cristalinas y todas las especies tú las puedes observar, allí tenía su castillo Principito, el heredero del mar. Él era hijo de Neptuno y de la Reina Isamar, y como niño travieso, no dejaba de explorar.
 En un descuido de sus padres, quiso conocer más el mar, buscó al caballito dorado y empezó a flotar y flotar, las profundidades inmensas eran un lejano lugar.
Se encontraba en la superficie y quería todo observar, se acercó más a la orilla, donde el hombre cada día va su sustento a buscar. Pero, ¡oh, Dios mío! ¿Qué pasaba en ese lugar? Allí no había peces, ni mariscos, ni nada que pudiera sacar.
Para poder explicárselo debió observar, observar, se acercó aún más a la orilla donde los niños suelen jugar, pero ¡qué horror! ¿por qué tanta suciedad? El pececito no comprendía como el hombre no podía pensar que echando desperdicios, aguas sucias y basura, contaminaba el mar.
Al verlo tan asustado, sus padres no lo pudieron castigar. Qué le pasaba a Principito, los dos corrieron a preguntar.
El pequeño, todo nervioso, no era claro al narrar pero sus padres comprendieron lo que él quería explicar.
Buscaron entonces sus corceles dorados y del pequeño se hicieron acompañar, recorrieron el mismo camino que antes había hecho el pequeño, hasta que la orilla pudieron alcanzar.
Lo que los Reyes veían no lo podían soportar, el Rey estaba desconcertado y la Reina por igual.
El Rey hizo que todas las especies se reunieran en el fondo del mar, les dijo que todos ellos debían colaborar, porque si el hombre no comprendía el daño que estaba haciendo, ellos algo debían tramar.
Y esto fue lo que hicieron por muchos y muchos largos días, nadie podía salir de su hogar. Así, él comprendería y trataría de ayudar.
Los hombres iban y venían cada día con sus embarcaciones vacías. Y esto continuaba día tras día, Hasta que cayeron en una gran desesperación, porque aunque el mar les permitía navegar, no había peces ni especies marinas que sacar.
Todos se reunieron entonces, en la sede local llamaron a los sabios del lugar, pero nadie sabía que podía ser lo que ocurría.
Asombrados miraron alrededor del mar y vieron la suciedad que había y el más anciano dijo con gran sabiduría, si ustedes no limpian, luego serán los culpables de que un día en esta querida mar no encontremos comida.
 Pero con lo que estamos haciendo, hemos ido terminando todas las posibilidades de vida. Así que empiecen a limpiar y limpiar toda esa suciedad y verán que en el mar los peces aparecerán.
Primero se negaban a creer, pero como los niños son los más empeñosos, ellos fueron los primeros que empezaron a limpiar e imitando su ejemplo, los padres también se pusieron a limpiar.
Cuando estaba todo muy limpio, la playa era un hermoso lugar, el mar se veía cristalino y las olas venían a jugar.
Entonces el anciano sabio les dijo a los pescadores del lugar, ahora que habéis limpiado pueden ir a navegar, verán que el mar complacido su esfuerzo va a premiar.
Así todos lo hicieron e iban cantando a la mar. Principito y sus padres habían venido a observar, y como todo estaba limpio, dieron la esperada señal, todos los peces salieron y los pescadores los pudieron atrapar.
Pero como los hombres del mar son sabios, por la dura faena que les toca realizar comprendieron entonces lo que les había sucedido y se comprometieron a velar porque su querida mar fuera un lugar muy limpio y tranquilo donde sus hijos pudieran jugar.
Y desde ese día todos juntos velaron por la ecología.
Principito y sus papás están felices allá donde la mar es tibia, limpia y tranquila. Y todos los de sus especies viven sus hermosas vidas. 


 Moraleja: Si tu cuidas que en tu playa no echen basuras, ni aguas sucias estarás velando por la ecología, cooperando con la descontaminación. Pide a tus padres y amigos que hagan lo mismo y así en el futuro podremos contar con las ricas especies que nos entrega la mar.  
Elena Beatriz Núñez Araya    



 

La historia de don Casi (Japón)


  Había una vez en lo alto de un pueblo muy lejano, una casa muy grande y bonita. La casa tenía enormes rejas de oro, y dentro un inmenso jardín con una variedad inimaginable de flores, las flores más hermosas y raras, las podíamos encontrar ahí.
 En medio de ese esplendoroso jardín había una fuente de la cual brotaba agua cristalina. El dueño de esa casa tan grande, era un hombre al cual le gustaba mandar y gritar; este hombre se llamaba Casimiro y todas las personas que trabajaban para él le tenían mucho miedo. Las personas lo llamaban respetuosamente "Don Casi".

Don Casi, no tenía familia, ni amigos y siempre parecía estar enfadado, pues andaba con el ceño fruncido. Un día, paseando por su jardín, pasó cerca de la fuente y encontró a una niña bebiendo agua. Al verla, Don Casi, empezó a gritar:

- "¡Oye niña! ¿Qué haces ahí bebiendo agua de mi fuente?".

A lo que la niña respondió:

-"Disculpe usted señor, es que pasaba por aquí y no pude evitar acercarme al ver las hermosas flores desde afuera, así que como la reja estaba abierta, entré para contemplarlas, luego vi el agua saliendo de esta hermosa fuente y como tenía un poco de sed me acerqué a beber un poco.
..." "¿Sí? – respondió Don Casi- "No me importa si te gustaron mis flores o si tenías sed, niña apestosa; lo único que quiero es que te largues de aquí".
La niña al sentirse insultada, solo le respondió :
- "Señor , tiene usted la soberbia de un caballo y la lengua de un reptil" – Luego de decirle esas palabras, salió del lugar.
Don Casi, siguió caminando refunfuñando amargamente :
- "Niña tonta, ya me arruinaste el paseo, será mejor que vaya a descansar". – y así lo hizo – se dirigió a la casa y subió a su habitación, se acostó en la cama y se quedó dormido.
A la mañana siguiente, al despertar, Don Casi empezó a gritar para que le traigan el desayuno; en eso se abrió la puerta y la empleada al entrar a la habitación, tiró la bandeja con el desayuno y empezó a gritar asustada; en eso llegaron las demás personas que trabajaban para Don Casi y lo que vieron los horrorizó. 


En la cama había un animal con cabeza de caballo, cuerpo y lengua de serpiente ; todos trataron de golpearlo y matarlo pero el extraño animal empezó a arrastrarse y escapó. El extraño animal se arrastró y arrastró tan rápido que no lograron alcanzarlo, hasta que cansado se detuvo cerca de las orillas de un río, al acercarse a beber agua y ver su reflejo empezó a gritar y llorar :
- "No puede ser...me he convertido en una horrible criatura...Yo Casimiro...¿Y ahora qué hago?
En eso el agua del río empezó a elevarse y comenzó a hablarle:
- "Casimiro, Casimiro; ayer una niña se acercó a beber agua y tú la insultaste, ese es tu castigo por malvado".
Casimiro respondió:
- "Sí, lo recuerdo; pero estoy arrepentido..."
El agua del río dijo:
-"Si estás arrepentido busca una flor de siete colores, déjala en la plaza del pueblo y promete que aprenderás a tratar bien a la gente, si lo haces de todo corazón volverás a tener tu aspecto de antes, si tu arrepentimiento no es real, te quedarás tal y como estás ahora, ...¡Ah! pero tienes solo hasta el medio día de mañana".
Casimiro se apresuró para ir en busca de la flor de siete colores, no sabía si esa flor existía o no; las horas pasaban, ya había recorrido casi todos los lugares donde había flores; pero le faltaba recorrer un lugar: "Su jardín".
Se dirigió a su jardín cuidando de no ser visto por la gente, empezó a recorrer todo el lugar y cuando ya estaba perdiendo las esperanzas vio la flor de siete colores, la sacó cuidadosamente de la tierra cuidando de no dañar las raíces y se dirigió al pueblo. El reloj del pueblo empezó a dar las once campanadas y Casimiro aún no llegaba a la plaza. Las fuerzas casi empezaban a abandonarlo hasta que llegó a la plaza y todas las personas que estaban ahí empezaron a gritar y a correr muy asustadas.
El extraño animal (Don Casi) empezó a hablar y dijo:
-"Por favor no se asusten, no se vayan, soy Don Casi; me convertí en este horrible ser porque traté mal a una niña y sé que a muchos de ustedes también los he tratado mal; ahora estoy arrepentido, les pido que me perdonen pues de ahora en adelante, prometo respetarlos y no ser un viejo gruñón".
Al terminar de decir esas palabras, cayó desmayado y lo que ocurrió asombró más aún a las personas, ese extraño animal empezó a transformarse hasta convertirse en Don Casi. Cuando despertó Don Casi empezó a mirarse para ver si realmente había recobrado su aspecto anterior y al darse cuenta de que así era, empezó a saltar y a abrazar sonriente a todas las personas.
Desde ese día Don Casi ya no fue el mismo; sonreía, trataba bien a las personas, abrió las rejas de su casa para que todos pudiesen ver sus flores y beber agua de su fuente.
Gaby Higashionna

   




(los cuentos los hemos extraído de las páginas de internet : http://www.educapeques.com y http://pacomova.eresmas.net/)





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